sábado, julio 31, 2010

DHP Investiga (3ra Entrega) - La posta de la “Mala pipa”

Como todos sabemos, fumar en pipa puede ser un hábito muy placentero. Pero lo que no sabíamos y hoy sabremos, es en que tan peligroso puede tornarse. Para ello, nada menos que una de las protagonistas fundamentales de ésta historia: Amanda Rosalía Cristaldo, una pipa hoy condenada a cajón perpetuo, por la intoxicación seguida de homicidio de un detective fanático de la saga completa de Sherlock Holmes y de la psicología de corriente freudiana.

La fría mañana nos orienta hacia el barrio de Palermo, para encaminarnos hacia una tabaquería “bien”, en cuyo depósito, se encuentra quizá, una de las colecciones más grandes de pipas del país.

Allí, en ese sótano oscuro, nos recibe Amanda, quien una vez acomodada en la mesa por el encargado, se encorva para saludarnos como corresponde.


- ¿Hace mucho que no hablás del caso?


Y..hace…mmm…(se interrumpe, duda…tose) hace un tiempo largo que no tocaba el tema...dos años más o menos...


- ¿Qué sensaciones te trae, volver con el recuerdo a aquella época?


Por un lado, nostalgia. (Tose) porque, me recuerda momentos muy lindos, en los que solía sentirme un objeto elegante (tose una vez más y será una constante a lo largo de toda la entrevista), un objeto protagonista de los grandes placeres de la gente, un objeto distinguido, digamos.


Y por otro lado, tristeza, claro, A mi no me cortaron, ni me lijaron para hacerle mal a nadie. La realidad es otra completamente distinta, y si existe un dios de la pipa en algún lado, él sabe que yo soy inocente de lo que se me acusa. A mi la travesura de un pibe y la negligencia de una esposa, me cambiaron la vida para siempre.


- ¿Qué fue lo que pasó aquella tarde?


(Vuelve a toser, pero ésta vez pide disculpas) Perdón, es que de tanto quemar tabaco y humo acá adelante me quedó la boquilla a la miseria…


Santiaguito tenía 4 años en aquél entonces, y vino recontento del jardín, con uno de esos aritos para ponerles detergente y hacer burbujas. Se lo prestó un compañerito se ve, y lo trajo para casa. Primero Elena (la mamá) rezongó un poco y despotricó contra la responsabilidad de la maestra “pero como puede ser, que los dejen jugar con este tipo de cosas a los chicos ¿No ven que se pueden envenenar?” y que se yo que se cuanto...


La cuestión es que (viste como son los chicos) estuvo como loco durante como una semana con eso, andaba por todos lados, llenando la casa de burbujas y haciendo un enchastre de detergente. Resulta ser que el papá de Santiaguito, me acababa de estrenar a mí. Y como los nenes copian todo lo que hacen los padres, Santiaguito, no tuvo mejor idea que mezclar sus burbujas, con la pipa de papá, osea, conmigo.

Una tarde, en la que Elena estaba planchando y papá Ricardo en el trabajo, el nene se mando para el office y me agarró. Me llenó de detergente (pone cara de asco) y se puso a soplar para hacer burbujitas como durante toda la semana.

El nene fue lo inconvenientemente prolijo como para que el padre no se diera cuenta de nada y claro, tabaco de manzana, fuego y detergente, nunca fueron una buena combinación. Tres secas violentas para avivar la brasa, tos violenta, y a eso sumale que venía con problemas del corazón y yo tengo la mala leche de que en la última pitada, no va y palma en seco con los labios apoyados en la boquilla. Un desastre.


- Y ¿Cómo terminó la historia?


Fácil, como siempre. El indefenso preso, y como chivo expiatorio. Eso es lo que soy yo en este momento: una pipa chivo expiatorio. Porque claro, era más fácil echarle la culpa a la pipa, que al descuido porque el pibe se escapara para el office con el detergente. Claro, era mucho más simple echarme la culpa a mí, que a los huevos fritos a caballo que le preparaba, y que le fueron tapando las arterias para que le diera el patatús al final.

Siempre es más fácil echarle la culpa a la pipa, que hacerse cargo. Eso lo sabemos todos. El camino más simple tomaron. Ni más, ni menos.


El tiempo se nos termina. La pipa vuelve a toser unas cuantas veces, mientras el encargado la vuelve a guardar bajo llave en el primer cajón del escritorio adonde se desarrolló la entrevista. Nosotros nos despedimos desde el lado de afuera, y el último agradecimiento suena a hueco desde dentro del mueble.


Conmueve la impotencia del que poco se oye dentro de las leyes de supervivencia de este estrato de la sociedad. Es en estos casos, en donde el que es tomado como accesorio, quizá termine siendo eso y nada más que eso: una excusa del momento, un detalle, un motivo para encontrar culpables.

Amplificar voces como ésta, es quizá una de las aristas más interesantes de las investigación periodística y algo que esperemos, podamos seguir haciendo…



1 comentario:

Chipi dijo...

DOS AÑOS ESPERANDO ESTO!!!!!



GRACIAS!!!!
Adoré el cuento de la mala pipa! jajajaajajajajaja
genial genial genial!!!