lunes, marzo 24, 2008

Entrevista a un Tramontina (DPH Investiga - 2ª entrega)

Desde hace mucho tiempo, cobraron fama. Han sido por mucho, los mayores protagonistas de uno de los eventos típicos en la vida de los argentinos: el asado.
Junto a sus miles y miles de parientes, figuran siempre, prestos a la hora de pinchar y cortar. Son tipos compinches de muchos de nosotros, durante el día a día y siempre se han prestado para auxiliar a tipos desesperados, luchando contra un pedazo de entraña, o contra un corcho de sidra en navidad. Hoy, gracias a un nuevo trabajo de “DHP Investiga", tenemos el agrado de conocer más profundamente a uno de ellos.

João Luiz (Juan Carlos, por elección) Tramontina, es brasileño, tiene veinticinco años y vive en el segundo cajón de la derecha de una alacena en Paternal.


-¿En qué dónde naciste?
-Ante todo buenas tardes. Yo soy parte de una partida de treinta mil cuchillos fabricados en Brasilia en 1983, durante una de las mayores oleadas de producción de la industria metalúrgica brasileña.

-¿Cómo llegaste a nuestro país?
-Yo llego a la Argentina alrededor de 1990 o ´91, en plena expansión del turismo de acá hacia el Brasil. Por una de esas cosas de la vida, terminé en un departamento de alquiler de Canasvieiras, en Florianópolis y en una apiolada de Carlitos (mi actual padre adoptivo) terminé cayendo acá en la Paternal. Igual, tuve suerte, en Brasil las cosas se estaban poniendo fuleras.

-¿Por qué?
-Y mirá, con el tema de las favelas pasa de todo, a uno de mis hermanos lo metieron adentro por clavarse en el pecho de un negro. Ahora el pobre vive en el subsuelo de un juzgado de Río, entre un montón de pendorchos que solían ser “evidencia”. Pero nosotros no estamos hechos para esto, hermano. Lo nuestro es el morfi.

-¿Y como te sobrepusiste a esa traumática experiencia?
-Traumatica fue para él, que ahora esta rodeado de ametralladoras, droga y otros compañeros. Pero bueno, cada uno sabe la yunta que tiene.

-¿Qué fue lo que más te costó de la llegada?
-Y al principio tuve muchos problemas con el idioma. Porque no es que a los brasileros nos cueste entender el castellano. Pero el problema es que acá es barrio barrio. Se habla mucho lunfardo y hasta que “cacé” como “venía la mano”, que cosa es un “bepi”, el “viorsi”, y ese tipo de cosas, me llevó un tiempito.
Después sí, anduve lo más bien. Pero al principio, te imaginarás que en mi posición de cuchillo no podía andar preguntando de qué hablaba la gente en la mesa.

-¿Extrañas?
-No. Sinceramente, no. Hace casi veinte años que vivo acá y la verdad es que siento al barrio como mi casa. Soy hincha del bicho. Me gusta que me pongan cerca de la parrilla, mientras escuchan el partido el domingo.
He cortado chiquitita la comida de unos cuantos bebés argentinos, y esas cosas no se pagan con nada, ¿Sabés?
Así que si hoy en día, me preguntás quien quiero que gane entre Brasil y Argentina, me ponés en una situación jodida.

-¿Qué diferencias encontraste dentro del trabajo?
-Acá se respeta más creo yo. A un cuchillo Tramontina se lo mira con respeto. Allá no existe la carne blandita. Las vacas se la pasan trepando morros, y le quedan las cachas duras como una piedra. ¿Cortar un pedazo de nalga brasilera? ¡¡Pfff!! ¡Te la regalo!
Por otra parte, allá no existe el afilador. He visto a muchos de mis hermanos morirse del aburrimiento durante años, una vez que se les gastaba la parte de la sierrita.
En cambio acá, cuando uno viene medio vaqueteado, sabe que a lo sumo pasará uno o dos meses, antes de que se escuche el firulete del afilador. Y ahí, mal que mal, de ocho o de cuatro, uno sabe que juega. Se le rotará la función, pero juega.
Trabar puertas, cortar el asado, hacer de destornillador, etc, etc, etc. Uno se siente valorado como utensilio.

Lo dejamos apoyado en la mesa, listo para comenzar una vez más la tarea que la vida le ha encomendado.
Uno se aleja de la casa de barrio, con algunas preguntas menos, y con algunas certezas más, después de haber escuchado a una de las campanas a las que en general, no se escucha, porque es de las que suenan bajo…

Hasta la siguiente entrega…

miércoles, marzo 19, 2008

La verdad de la milanesa

Bienaventurados, nuestros queridos amigos. Como se habrán percatado estuvimos ausentes de nuestro bello blog durante un lapso considerable de tiempo. Para aquellos que piensan que ya nos aburrimos de escribir, les comento que si, tienen toda la razón del mundo: nosotros estamos acá por la fama y la gloria (que da el dinero), y ante la ausencia de éstas, abandonamos todo tipo de esfuerzo, demostrando claramente nuestra constancia y decisión a la hora de los nuevos emprendimientos.
Al margen de nuestra vagancia para elaborar unas cuantas ideas que tenemos disponibles, hemos decidido contarles la verdad de la milanesa acerca de las ausencias de Rodrigo y quien suscribe, de nuestra posición de bloggers delirantes. Es por eso, que para esta ocasión elaboramos un pequeño resumen de las actividades que hemos realizado durante todo este tiempo de ausencia de sus respetables computadores. La lista, como siempre ocurre con nosotros, está lo suficientemente alejada de la realidad como para que ustedes, pequeños amigos de lo ajeno, no puedan reconocernos si nos cruzan por la calle, manteniendo esa impunidad tan preciada por nosotros, que solo la da esta actividad y el tráfico de armas.
Pero basta de cháchara y comencemos con lo que nos compete.

RODRIGO.

Durante estas semanas, el co autor de este blog, tuvo la excelente idea de comprarle un presente a su querida novia. Con su gran capacidad de pensamiento, le regaló un florero hecho de arcilla y con sus propias manos, que mas que decir “te amo”, decía “estoy con vos por el sexo y la herencia”. Al ver como su demostración de amor fracasaba miserablemente y luego de dos tabletas de Clonazepán comprimido mezclado con whisky Criadores, opto por algo mas grande, mas natural…. y mas vivo. Por eso viajo al Zoológico de La Plata, de donde tomo prestado un pequeño mono tití, el cual introdujo con paciencia en su mochila. Y me refiero a “introdujo con paciencia a su mochila” a los dos golpes de puño que le aplico en el hocico al animal, para intentar colocarlo dentro de una bolsa de polietileno, mientras corría y se escapaba de los guardias fuertemente armados del antes mencionado complejo. Luego de varias cuadras y una bala de 9 mm. alojada en su hombro, sin orificio de salida, nuestro querido personaje dirijiose a los brazos de su amada con el mamífero en su poder, que ya que estamos hablando de él, tenía mas piojos que un alumno de 4 grado de una escuela pública.
La muchacha al ver el presente lloro emocionada, por no decir que se subio a una mesa al grito de “SACAME ESE BICHO DE MIERDA DE ENCIMA”. Nuestro colega, valientemente, retiró a su doncella de las fauces del piojoso y alzado animal el cual devolvió con amabilidad al zoológico, cuyos dueños no comprendieron la historía de amor y afecto que había detrás de dicho regalo y decidieron colocarlo bajo custodia y elevar una denuncia al tribunal de La Haya.
Gracias a esto, hoy nuestro querido amigo pudo llevar a Holanda a su novia, se ven una vez por semana a través de un blindex, donde se juran amor eterno hasta que el paredón de la muerte los separe.

GONCHI.

6:10 AM. Gonchi puteó, pataleó y despotricó contra una fila de gente, larga como Juan B. Justo, pero se levantó.
El motivo de semejante despertar, no fue menos que la bomba de noticia que recibió a instantes de haberse acostado, después de la madrugada de alcohol, lujuria y drogas de un sábado que ya se había resignado a que le dijeran domingo.
La frase: “vienen los primos del campo”. Un martillazo en la cabeza, ni más ni menos.
Perdido en una nube de ira y hecho una tromba, bajó a las trompadas con las puertas, a comprar el pan, algo de mate y los fideos para el mediodía.
De ahí en más, las cosas nunca fueron como antes, por más que él diga lo contrario.
Nadie sabe a ciencia cierta, si equivocó el rumbo durante el trayecto a la panadería o a la fábrica de pastas.
Lo importante como dato a destacar, es que quien aseguró haberlo visto pasar, tiembla de solo recordar lo atestiguado. La gente oye su nombre y agacha la cabeza.
El eco de su nombre genera sensaciones inenarrables en la gente.
Nadie sabe que fue lo que sucedió, ni como llegó a desaparecer durante tanto tiempo de los sitios por los que solía frecuentar, sin dejar rastros. Lo cierto es, que prácticamente en arapos, y a duras penas con una zapatilla, regresó diez días después de su inocente travesía.
Algunos aseguran que un portal de otro lado, se interpuso en su camino y conoció por casualidad el infierno.
Su memoria no basta, ya que supo olvidar cada uno de los acontecimientos que sufrió en carne propia durante ese lapso de tiempo.
El tiempo erosionará seguramente, el sentir de vecinos y quienes los rodean y la historia revelará que fue lo paso aquella mañana de domingo, el día que el primer testigo, se decida a contar lo que vió.
Hasta entonces, solo queda esperar...

miércoles, marzo 12, 2008

Hasta Siempre

Personalmente, no puedo explicar el profundo dolor que siento por la perdida de Jorge Guinzburg. Si bien, como muchos de los que expresaron sus sentimientos hacia vos en los distintos blogs y diarios, no te conocía personalmente, quiero agradecerte por todos los momentos que me hiciste pasar frente al televisor, la radio, y en el diario.
Realmente, cualquier cosa que escriba va a ser poco comparado a lo que vos te mereces, por eso quiero resumir todo eso que tengo adentro con un "Gracias y Hasta Siempre".



Chau Jorge, te vamos a extrañar. Mucho.